Obesidad, un lujo muy caro
Pese a que gran parte de la humanidad se debate entre la hambruna y la desnutrición, que afecta a más de 60 millones de personas en todo el mundo, una de las principales enfermedades de los países desarrollados es la obesidad.
El ser humano está programado genéticamente para un medio adverso, en el que los alimentos generalmente son escasos, en consecuencia la tendencia es la de saciarse, alimentarse en exceso para calmar el apetito e incluso sin sensación de hambre.
Esto es un camino claro a la obesidad que se vería compensado por un medio más exigente y competitivo, que limite los nutrientes y obligue a un esfuerzo físico importante para conseguirlos. Este ambiente no es el que vivimos hoy en día, pero podremos recrearlo de alguna manera sin ir más lejos haciendo actividad física diaria.
En una sociedad en la que el acceso a los alimentos está relativamente garantizado, es de suponer que la inclinación a la obesidad esté aumentando notablemente.
Después de leer esto podremos pensar que hay personas que sujetas a las mismas condiciones de alimento y de forma de vida puedan presentar notables diferencias de peso. Esto se debe al metabolismo basal de cada individuo, que es la cantidad de energía necesaria para cumplir con las funciones mínimas del organismo, así como al grado de actividad física de cada uno, el trabajo que desarrolla, etc. Lo que es incuestionable es que funcionamos como un motor de combustión y quemamos calorías. Si ingerimos más de las que quemamos, las almacenamos por pura lógica.
Cómo saber si una persona tiene sobrepeso, pues bien, calculando el IMC o índice de masa corporal, aunque en algunos casos no haga falta por la evidencia del hecho en sí mismo. Este valor se mide dividiendo el peso entre la altura en metros al cuadrado. Un IMC de 25 es un valor normal, por encima del cual ya se consideraría sobrepeso, es decir de 25 a 30 es sobrepeso, de 30 a 40 sería obesidad y en los casos de más de 40 hablaríamos de obesidad mórbida. Un ejemplo de esto sería; una persona de 70 kg que mide 1.72 metros tiene un IMC= 70 / (1.72) 2= 23.7 Kg/ m2.
La obesidad es un factor de riesgo para la diabetes mellitus, la aterosclerosis ya que se asocia a malos perfiles lipídicos, aumenta el riesgo de enfermedades coronarias, produce disnea y en conjunto acorta las expectativas de vida en cantidad y calidad.
Los principales factores de riesgo para padecer esta enfermedad son el sedentarismo y la ingesta excesiva de calorías aunque es cierto que existen personas con trastornos tiroideos que dificultan mucho la tarea a la hora de mantenerse en un peso normal, pero aún así, si se quiere se puede mejorar y perder peso.
Es importante diferenciar entre una pérdida de peso con objetivo de mejora de salud a una obsesión producida por un trastorno de la imagen corporal propia, ya que el primero hace referencia a algo saludable desde el punto de vista físico y psicológico mientras que el segundo es bueno sólo en parte y sólo al principio quizá, ya que al perder peso el cuerpo se verá mejor pero si el problema reside en nuestra mente esa imagen nunca llegará a ser la correcta y por tanto no distinguiremos el límite entre lo sano y lo enfermizo.
Perder peso debe ser algo que nos propongamos de forma realista, es decir, no cojamos a un modelo de ropa interior o a una actriz de cuerpo escultural para guiarnos puesto que lo más probable es que alcancemos sólo la frustración. Debemos marcarnos objetivos a corto plazo, olvidándonos de básculas, metros, etc.
La idea clave será identificar los factores negativos que influyen directamente en nuestras vidas para hacer que ganemos peso de forma incorrecta, factores como cenar demasiado, comer hasta llenarnos, excedernos en las bebidas con gas, falta de ejercicio, demasiado alcohol, comer fuera de casa, la elaboración de la comida, qué comemos, cómo lo comemos, etc.
Una vez identificadas las causas la siguiente clave será cambiar hábitos de vida. Particularmente no creo en las dietas milagrosas, ni en la magia a la hora de tomar unas pastillas que nos cambien el cuerpo, como dije antes debemos ser realistas y sólo el trabajo duro y el sacrificio podrán hacer que esto sea posible. Lo malo que tiene esta filosofía es que al principio cuesta mucho y más cuanto más mayores seamos y más tiempo llevemos con los mismos hábitos negativos, pero por otro lado, una vez superada la primera fase de adaptación y habiendo convertido los nuevos hábitos en nuestra forma de vida, ésta se verá transformada en un círculo de bienestar ya que al vernos mejor querremos comer mejor, y al comer de esa forma nos veremos bien, no sólo en el aspecto físico sino que psicológicamente estaremos más despiertos, la energía que tendremos para ir al trabajo será óptima, dormiremos más plácidamente, nuestro humor cambiará a un buen humor y esto es importante porque también lo notarán los que están alrededor y el ambiente que nos rodea es de gran importancia, no olvidemos que el entorno forma gran parte de nuestra vida y hay que cuidarlo.
Una vez consigamos adquirir hábitos alimenticios saludables debemos compaginarlos con una actividad física diaria. No cometamos el clásico error de querer salir a correr una maratón el primer día, presos de una motivación infundada por el modelo de ropa interior, ya que la consecuencia menos grave será que nos de una bajada de tensión o que encontremos la frustración. Como he dicho antes, la clave son los objetivos a corto plazo, realizar actividad física puede ser perfectamente pasear al perro durante media hora a un ritmo normal. No nos engañemos, la actividad que realicemos debe estimular mínimamente el organismo para activar el metabolismo, pero tampoco consiste en presentarse a unas olimpiadas, todo debe comprenderse desde un equilibrio.
Para concluir, he de decir que el objetivo debe ser la salud aunque exista un trasfondo estético que evidentemente ha de considerarse porque a todos nos gusta vernos bien, pero no debe ser éste el principal, ya que es más susceptible de hacernos caer en la frustración que antes mencionaba.
El camino del bienestar físico y mental es un camino duro e individual que debemos realizar con esfuerzo, dedicación y mucha constancia pero al que todos podemos llegar. El peor enemigo siempre es uno mismo, así que no nos engañemos y luchemos de una forma realista contra nosotros mismos para lograr nuestro objetivo, que es el del bienestar.
“ El que vence a los demás es fuerte, pero el que se vence a sí mismo, es poderoso.” Lao Tse.
