La edad es sólo un número
A partir de cierta edad, en torno a los 50 años, debemos hacernos a la idea de que el camino de la vida ya no está en su etapa inicial, ni en su mejor etapa, físicamente hablando. Esto no quiere decir que ya esté todo perdido y que debamos vivir el resto de nuestra vida perdiendo cada vez más salud. Al contrario, esto debe ser un elemento de motivación. Cumplir ese tópico de ponerle vida a los años y no años a la vida, porque por muchos años que podamos vivir lo que realmente va a importar es la calidad de los mismos.
Mucha gente confunde el cuidarse con el tratar de aparentar la edad que ya nunca volverá a tener y esta tampoco es la idea, de hecho esta es una de las maneras de hacer el ridículo más rápida por las que podemos optar. Tener una buena imagen es importante, pero siempre acorde con nuestra edad.
Ejercicio preventivo, como forma de vida y como medicina para nuestra vida. Nadie asegura que después de una vida de sedentarismo, trabajo duro, estrés y excesos nos ganemos una larga vida pero lo que sí es seguro es que la vida que nos falte por vivir será mucho más agradable y llevadera, libre de dolores y visitas a médicos continuadas.
Es fundamental, llegados a estas edades, tomar antioxidantes, alimentarse de forma sana, no excederse con la bebida y dejar los malos hábitos además de realizar por lo menos 4 veces a la semana, una hora de ejercicio moderado.
Cuando hablamos de geriatría, es decir de personas que cumplan tres de los siguientes parámetros:
- ser mayor de 75 años
-tener algún tipo de patología
- padecer cierto problema de relación social
- sufrir una patología mental
- ser dependiente
Estamos en otra población aún más mayor, con las mismas necesidades pero con otras circunstancias, físicas, psicológicas, de entorno…
El envejecimiento conlleva una pérdida de tono muscular y una disminución de la amplitud en los movimientos. Se reduce la coordinación motora y se pierde capacidad respiratoria. El ejercicio físico es fundamental para retrasar toda esta involución. La movilidad reduce el riesgo de padecer problemas de circulación o en caso de tenerlos mejorará enormemente nuestra salud.
Para cualquier persona mayor que decida ponerse a hacer ejercicio es imprescindible que realice un examen médico que nos sirva para descartar posibles problemas de salud que contraindiquen ciertos ejercicios o simplemente para hacernos una idea de nuestro estado de salud y poder realizar ejercicio acorde con ella.
Estamos hablando de actividad física terapéutica, lo que significa que debe haber una participación del médico, fisioterapeuta y entrenador si queremos que el objetivo cumpla parámetros sanitarios, así que tengamos cuidado de las manos en que caigamos a la hora de ponernos a hacer ejercicio.
El tipo de programa variará en función de la persona, la capacidad de trabajo o la costumbre de realizar ejercicio. De este modo podemos tener sesiones de entre 10 y 60 minutos, mínimo 3 días a la semana. El trabajo dentro de la sesión deberá ser progresivo esencialmente, es decir, empezar muy suave y acabar más fuerte. La clave es la intensidad moderada y el tiempo prolongado de trabajo. Los tipos de trabajo variarán en función del programa de entrenamiento pero lo más recomendable es realizar un ejercicio de fuerza-resistencia y luego un ejercicio aeróbico de larga duración como andar, nadar, bicicleta, etc.
Es importante mantenerse en un rango de pulsaciones saludable como puede ser un 70-75% de la frecuencia cardíaca máxima.
Para hacernos una idea de nuestra frecuencia cardíaca máxima tenemos simplemente que restarle nuestra edad a 220 (Frecuencia Máxima=220-Edad).
Nuestro cuerpo fue diseñado para el movimiento y la actividad física. En la universidad de Pittsburgh la doctora Devra Lee Davis, directora del Centro de Oncología y Medio Ambiente, describe el exceso de grasa como el “vertedero de toxinas” del cuerpo humano. Según ella, cualquier forma de actividad física que nos sirva para reducir grasa, llevándose con ella su acumulación de sustancias contaminantes, es el primer método para “desintoxicar” el organismo.
Hay que ser consciente de las posibilidades de que disponemos tanto físicas como psicológicas o materiales para no pecar de irresponsables o de poco realistas. Como decía anteriormente, la finalidad del ejercicio debe ser la promoción de la calidad de vida. Una de las consecuencias de esto es la mejora de nuestra imagen ya que si tonificamos la musculatura y perdemos peso, estéticamente estaremos mejor, pero dentro de unos límites. El no ser consciente de la edad que tenemos puede conllevar problemas en el entrenamiento por exceso del mismo o por lesiones derivadas de sobreesfuerzos para los que ya no estamos preparados.
No dejemos que la presión social guíe nuestros objetivos en cuanto al ejercicio y empecemos a adquirir una conciencia de salud que utilice el ejercicio como medio para mejorar nuestro organismo en todos los aspectos, sociales, físicos y psicológicos.
Estamos hechos para movernos y es a través del movimiento como podremos vencer a la enfermedad y al paso del tiempo. Es cierto que a medida que se cumplen años es más costoso pero no es imposible, sólo es cuestión de voluntad y de afrontar los cambios. Nada es para siempre y la salud se va con la edad pero podemos ponerle freno con una mentalidad abierta al cambio y con fuerza de voluntad, que en definitiva, lo es todo.
