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Cómo adaptarse mejor a las circunstancias

Actualizado: 17 mar




Las circunstancias pueden ser difíciles. A veces incluso aparentemente insuperables, pero siempre hay algo que puede hacer que cambie la forma de interpretarlas. Esto puede ser una idea dentro de la propia situación que haga que merezca la pena todo lo demás o puede ser nuestra propia perspectiva la que cambie nuestra percepción. También pueden ser ambas y gracias a algo externo y a algo interno a nosotros, encontrar un sentido, una misión. Todos necesitamos una misión.

La disciplina con uno mismo es muy útil cuando la situación parece insostenible. La capacidad de mantener rutinas que sean positivas para nuestra salud hace que seamos más propensos a mantener un nivel alto de confianza en nosotros mismos. La disciplina propia fomenta la seguridad en nuestras capacidades y hace que de forma interna seamos más capaces de afrontar el entorno.


Por otro lado, la capacidad de abstraerse de la situación general y ser más consciente de lo que ocurre en el momento presente puede hacernos ver algo que nos ayude a seguir afrontando el marco general. Un paisaje, una respiración más lenta y profunda o un abrazo de las personas que quieres pueden ser salvavidas. Respirar más despacio y más profundo cuando la amenaza parezca mortal hará que podamos tomar mejores decisiones.

Pedir ayuda es un arte en sí mismo. El orgullo muchas veces puede provocar grandes problemas a la hora de solucionar conflictos. Se acentúa más frente al estrés cuando no podemos o no sabemos cómo gestionarlo y menos si tampoco queremos dejarnos ayudar.

Agradecer los malos momentos. El conflicto es un reto y el reto es necesario para poner a prueba las capacidades de uno. Sentir agradecimiento por los “malos momentos” puede hacernos cambiar de perspectiva y otorgarnos una fuerza diferente porque entenderemos que el sufrimiento, bien entendido y aceptado, es superación y la superación es crecimiento.

Todo es entrenar. Para mí la vida es un entrenamiento en sí misma. Tiene buenos y malos momentos. En los buenos ganamos y cuando ganamos no solemos reflexionar, sólo disfrutar y ¡hay que disfrutar! En los malos, sí pensamos. A veces pensamos más de la cuenta o nos envenenamos con el pesar del arrepentimiento o la frustración, pero los momentos difíciles te obligan a pensar. Si reconducimos nuestro proceso mental hacia el crecimiento personal, hacia alcanzar la mejor versión de uno mismo, podemos decir que a veces se gana y otras, se aprende.

Tener un plan. Pensar antes de actuar, evaluar los pros y los contras, ser conscientes de nuestras capacidades y trazar una estrategia aunque sea mental de cómo afrontar lo que tenemos entre manos es una herramienta muy útil para mantenernos firmes en la tormenta.

Tomar decisiones. Ante el reto, posible conflicto o situación hay que tomar decisiones. Para ello, si tenemos todos los puntos anteriores sólidamente arraigados, sólo tendremos que respirar, evaluar la situación y tomar una decisión. En este punto podemos incluir otro de no menor importancia que sería, acometer un objetivo cada vez. Abarcar demasiado es peligroso y difícil. Centrarse en dar un paso y después el otro es mucho más asequible y motivador pero requiere la cualidad fundamental, perseverancia.

Cualquier situación es susceptible de empeorar y también de mejorar. No podemos trazar un plan que se base en ser felices tratando sólo de controlar las circunstancias. Sólo podemos ejercer algún control sobre nuestra acción, sobre nuestros actos, sobre nosotros mismos y no siempre es así.

Un buen amigo mío, gran deportista me dijo una vez; “no vamos a evitar siempre las cuestas no?”. Afrontemos la vida como un entrenamiento en el que la competición llega en los momentos difíciles y es una competición contra el adversario más difícil, uno mismo.

En mi caso estoy sumergido en una experiencia vital que no todo el mundo puede vivir. Me considero muy afortunado de poder vivirlo y estoy realmente agradecido. El entorno es hostil, la naturaleza es salvaje y somos insignificantes con respecto a la fuerza de esta situación. El respeto por todo lo que me rodea se traduce en respeto hacia mí mismo.

Ser un guerrero significa controlar mi acción, a pesar de cualquier circunstancia.



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